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13 de septiembre de 2024

El temor ya no es el león, sino quien corre más rápido.

Ganadería la capacidad de adaptación a los recientes patrones será la habilidad más importante en los próximos años.

La ganadería argentina viene atravesando un proceso de innovación institucional acelerada desde el cambio de gobierno. Desregulación de las exportaciones, desburocratización de procesos, quita y reducción de derechos de exportación, reactivación de acciones de comercio exterior, cambios de esquemas de vacunación, trazabilidad individual, tipificación etc. No todas las medidas repercuten rápida y positivamente sobre las empresas; incluso algunas pueden generar incomodidad, pero forman parte de un nuevo rumbo. El largo plazo está en construcción y es endógeno.

Cambia la macroeconomía, cambia la forma de hacer negocios. Si no logramos adaptarnos al nuevo juego, será game over. Nada del pasado explica el futuro; los historiadores no son profetas. Emisión monetaria, devaluaciones e inflación ya no maquillan los errores y la esperanza de saltos de precios salvadores queda atrás. Por la macro aumentan los costos de estructura, se retiran subsidios y los salarios comienzan a recuperar terreno. Por la micro se penaliza la tenencia y el stock, y la eficiencia es protagonista como nunca antes.

Momento de actuar.

Nos toca actuar, por acción o por reacción. El precio de la hacienda es función de oferta y demanda. Del lado de la oferta tendremos al menos dos años más de producción limitada por menor nacimiento de terneros. Elevar el peso de faena puede tener un rápido impacto sobre la producción, pero no es suficiente.

La demanda interna está en lenta recuperación, seguirá siendo la protagonista, pero si nos concentramos en 46 millones de potenciales clientes, nos sobran vacas. La válvula de escape está en las exportaciones, como lo saben todos los países referentes en ganadería.

El mundo no nos esperó ni nos espera; tenemos que ser capaces de crear la competitividad necesaria para volver a ser elegibles. Abrir nuevos mercados, incorporar el lenguaje universal (por tipificación de carnes, por ejemplo), adaptarnos a los requisitos, lograr el producto que quiere el consumidor. Llegar tarde al partido y pretender imponer condiciones no es posible, y el que se enoja pierde.

Las señales son claras, nos gusten o no. El Gobierno alinea bastante bien su pensar, decir y hacer. Hacia adelante, creer o no creer es la cuestión. Si creo, tengo que actuar, detectar los puntos débiles y trabajarlos, y potenciar fortalezas.

Habrá que pensar las inversiones como tales y resignar beneficio presente por uno mejor a futuro. En este sentido, no confundir lo “caro” con lo “costoso”. Por ejemplo, si pago 500 kilos extra de novillo por un toro de mérito genético superior, con buena certeza de lograr seis kilos extra por ternero al destete, la inversión me habrá generado 675 kilos de terneros en cinco años, equivalentes económicamente a 810 kilos de novillo, con una rentabilidad del 62% en kilos de novillo durante el plazo de la inversión. Entonces, el toro no resulta caro.

Otra alternativa: inseminar a tiempo fijo permite extender la distancia entre preñez y destete, y lograr terneros más pasados al momento de la venta. Como factor común, además, ambos casos instalan una mejora en la calidad genética del rodeo. No hay que olvidar que la biología ganadera es lenta; cada día vence un largo plazo y nace la construcción de otro.

Si no creo, y me aferro a un escenario derrotista, por reflejo compro dólares, anticuerpo inserto en el ADN argentino contra incertidumbres y amenazas. No es buen negocio en tiempos de inflación mundial y local en dólares, pero da tranquilidad mientras se espera que la transición vaya avanzando hacia un escenario más cierto.

No hay buenas o malas decisiones per se, cada empresa decide en función de su realidad. Pero la descomoditización de resultados económicos está en marcha y cada criador, recriador o engordador recibirá la nota que corresponda en función su capacidad de desarrollar las habilidades necesarias para aprovechar las nuevas reglas de juego. Volvimos a competir, y como en toda competencia, no estamos solos; el temor ya no es el león, sino quien corre más rápido.

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