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26 de diciembre de 2025

Europa frena y el Mercosur espera

La firma del acuerdo comercial volvió a postergarse por diferencias internas en la Unión Europea, mientras Brasil exige definiciones políticas y el agro argentino sigue atento a un desenlace que promete abrir mercados, pero aún no llega.

La decisión de la Unión Europea de demorar la firma del acuerdo con el Mercosur, anunciada el 19 de diciembre de 2025, reavivó un debate que parecía encaminado a su cierre. La postergación no clausuró la negociación, sino que dejó al descubierto tensiones políticas dentro del bloque europeo y una creciente impaciencia del Mercosur, con Brasil al frente de los reclamos.

Ese mismo día, la Comisión Europea y el Consejo Europeo enviaron una comunicación formal al presidente brasileño y titular pro témpore del Mercosur, Luiz Inácio Lula da Silva. En la carta, las autoridades europeas reconocieron que no sería posible avanzar con la firma en diciembre, aunque ratificaron la voluntad de completar el proceso a comienzos de enero de 2026.

El mensaje buscó aportar previsibilidad, pero también confirmó que las demoras responden a discusiones internas de la Unión Europea. La agricultura volvió a quedar en el centro del conflicto, como uno de los sectores más sensibles frente a una eventual apertura comercial con Sudamérica.

En paralelo, el Consejo y el Parlamento Europeo acordaron reglas para aplicar cláusulas de salvaguardia. Estos mecanismos permitirían reaccionar ante un aumento de importaciones agroalimentarias del Mercosur y habilitar la suspensión de beneficios comerciales si se detectan perjuicios para los productores europeos. La medida apunta a contener resistencias, aunque no logra disiparlas por completo.

Durante la cumbre presidencial del 20 de diciembre, Lula da Silva fue contundente. El mandatario sostuvo que sin voluntad política no será posible cerrar una negociación que lleva más de dos décadas. Brasil considera que el texto del acuerdo está prácticamente terminado y que el principal escollo es la falta de decisión de algunos gobiernos europeos.

Las críticas más duras llegaron desde Polonia. Su presidente, Karol Nawrocki, calificó al acuerdo como perjudicial para su país y advirtió que generaría competencia desleal para el agro local. Según su visión, las cláusulas de salvaguardia no alcanzarían para proteger a los productores frente al ingreso de alimentos provenientes del Mercosur.

Estas posiciones reflejan el verdadero nudo del problema. Mientras la Comisión Europea impulsa el acuerdo como una señal estratégica en un contexto global más incierto, varios Estados miembros priorizan la defensa de sus sectores agrícolas y resisten cualquier concesión.

Para la Argentina, el escenario combina expectativa y cautela. El acuerdo con la Unión Europea es visto como una oportunidad clave para ampliar mercados y mejorar el posicionamiento de las exportaciones agroindustriales. Sin embargo, las sucesivas postergaciones extienden la incertidumbre y complican la planificación de inversiones y estrategias comerciales.

El inicio de 2026 aparece como una instancia decisiva. El entendimiento entre la Unión Europea y el Mercosur parece más avanzado que nunca, pero también más condicionado por la política interna europea. El agro argentino observa de cerca un proceso que promete abrir puertas, aunque todavía depende de una definición que Europa sigue demorando.

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