Durante los primeros cuatro meses del año, las exportaciones argentinas de carne vacuna registraron una caída abrupta cercana al 20 % en comparación con igual período de 2024, totalizando unas 255.000 toneladas. Así lo informó el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), que alertó sobre una marcada contracción en los despachos hacia China, principal destino de la proteína roja local.

El gigante asiático, que en 2024 había absorbido dos tercios del volumen exportado por Argentina, adquirió apenas 137.000 toneladas en lo que va de este año, frente a las 203.000 toneladas del mismo lapso anterior. El fenómeno responde en parte a una baja significativa en los precios internacionales: los frigoríficos aseguran que los importadores chinos hoy abonan cerca de 5 dólares por kilo, una cotización que no logra cubrir el encarecimiento de los costos internos ni la apreciación del peso.

Este escenario golpea de lleno a los frigoríficos exportadores, entre los que se destacan Minerva’s Swift, Quickfood —firma bajo control del grupo brasileño Marfrig— y otras compañías con fuerte presencia en el comercio internacional. Según el empresario Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (Ciccra), “la industria exportadora y la cadena ganadera están al borde del colapso en estas condiciones”.

La preocupación se multiplica en el entorno del gobierno nacional. La administración de Javier Milei, enfocada en estabilizar la macroeconomía tras años de desequilibrios fiscales e intervenciones distorsivas, observa con inquietud cómo uno de los rubros históricos del comercio exterior argentino comienza a perder terreno.

Con un rodeo de más de 53 millones de cabezas, el país figura entre los cinco mayores exportadores mundiales de carne bovina. Tradicionalmente, los cortes de calidad superior tienen como destino Europa y Norteamérica, mientras que los productos de menor valor se canalizan a Asia, especialmente a China. Sin embargo, la capacidad para insertar esos productos en el exterior se ha visto fuertemente deteriorada, generando incertidumbre en toda la cadena.

“La carne argentina, en dólares, es hoy la más costosa de América Latina”, sentenció Schiariti, reflejando la pérdida de competitividad frente a otros países proveedores como Brasil o Uruguay.

El complejo cárnico atraviesa así un momento de extrema tensión, donde la reducción en los volúmenes embarcados, los márgenes comprimidos y la presión de los costos internos configuran un cóctel adverso para su desarrollo sostenido.